Hace 12 años, yo vivía en Estados Unidos y se jugaba el mundial de Japón y Corea. La selección norteamericana había alcanzado los cuartos de final del torneo –su mejor actuación desde 1930– luego de vencer a su archirrival México por 2 a 0, en un partido electrizante en la ciudad de Jeonju. Pero a muy pocos de mis vecinos parecía importarle y a los periódicos mucho menos, pues al día siguiente de ese gran partido tuve que bucear en las páginas deportivas para encontrar la crónica de lo sucedido.

Anoche, ya desde Lima, el recuerdo de esa indiferencia mediática me llevó a buscar qué decían los periódicos estadounidenses del dramático partido de Manaus, cuando el equipo que dirige Jurgen Klinsmann estuvo a 30 segundos de eliminar a Portugal –y de paso a Cristiano Ronaldo y a su gel capilar– del mundial. Esto fue lo que encontré en las portadas del New York Times, USA Today, CNN y el Washington Post:

El Huffington Post, el portal de noticias más leído en Estados Unidos era aún más elocuente y me hizo recordar a la carátula de "El Gráfico" luego del 0-5 de Argentina ante Colombia en 1993:


¿EN QUÉ MOMENTO SE VOLVIERON TAN HINCHAS?

Los medios le dieron portada a un partido de la primera rueda que había terminado en un empate con sabor a derrota. ¿Qué había pasado en la tierra de los hot dogs, el béisbol y el pie de manzana desde ese entonces?

De vuelta al 2002, yo forjaba mi versión del sueño americano trabajando en la biblioteca pública de Huntington Park, un distrito de la ciudad de Los Ángeles cuyo 95% de habitantes son de raza hispana, y ejerciendo de redactor freelance para algunos diarios en español. 

El partido Estados Unidos versus México se había jugado en la madrugada californiana y camino al trabajo, solo encontré caras somnolientas y largas entre los muchos mexicanos que vivían en Huntington Park. Así que, familiarizado con la sensación de humillación, aislamiento y desesperanza que experimenta todo hincha al día siguiente de una derrota, evité tocar el tema.

Pero entre mis colegas de la biblioteca habían algunos estadounidenses, de manera que tan pronto verifiqué la ausencia de los conmocionados mexicanos, les comenté con gran entusiasmo la victoria en Jeonju y los goles de McBride y Donovan:

Lo único que obtuve a cambio fueron sonrisas condescendientes y la misma indiferencia de los medios gringos.

En esos días, el jefe de redacción del Nuevo Herald de Miami me había pedido una columna sobre el mundial, así que inmediatamente decidí escribir una nota que titulé “El destino manifiesto del soccer”. En ella, me preguntaba por qué no había espacio ni hospitalidad en Estados Unidos para el deporte más popular del planeta. 

Luego de revisar las teorías más recurrentes, llegué a la conclusión de que las desventuras del soccer en ese país estaban ligadas a la idea de que nunca pudo superar la imagen de deporte de inmigrantes y que su única carta de éxito –como el básquetbol, el fútbol americano o el béisbol– sería su adaptación a la cultura norteamericana y no viceversa. 

Mi voluntariosa interpretación de ese entonces apuntaba a que la pregunta “¿Por qué el fútbol no triunfa en Estados Unidos?” era una trampa que nos tendíamos aquellos que creíamos que tarde o temprano los norteamericanos se rendirían ante los pies del balompié. Y escribí: 

Se trata de una especie de Destino Manifiesto al revés, la inevitable conquista de la última frontera: los Estados Unidos de América

Mi lectura del tema no era precisamente original. Ya el periodista inglés Brian Glanville había esbozado antes la idea, sugiriendo que el camino del éxito del ‘soccer’ pasaba probablemente por aumentar las dimensiones de los arcos para asegurar un mayor promedio de goles o incluir más entretiempos para hacerle espacio a la publicidad televisiva.


LA TIERRA DE LOS VALIENTES

¿Qué pasó desde ese entonces? En el 2002 solo la final fue transmitida por señal abierta en vivo para los Estados Unidos. El resto estaba relegado al patio trasero de la señal de ESPN2 o al mercado alternativo hispano de la cadena Univisión. Para el 2014, diez partidos van en vivo por señal abierta (incluyendo todos los de la selección local), y los demás han ascendido de ESPN2 a ESPN. Sin duda, más hogares norteamericanos están viendo el mundial y medios como el New York Times o el Wall Street Journal tienen una cobertura completa y especializada del evento, la cual en muchos casos supera a la ofrecida por medios latinoamericanos.

El promedio de goles por partido ha mejorado desde ese entonces en casi todos los campeonatos más importantes como la Copa del Mundo, la Champions League, la Liga Premier y la Liga española. El tratamiento mediático de los jugadores más cotizados también ha cambiado: desde David Beckham, pasando por Wayne Rooney hasta Cristiano y Messi uno puede ver rasgos de la fórmula norteamericana que empaqueta a sus atletas como productos comerciales. El portugués, por ejemplo, tiene millones de seguidores que a duras penas conocen cómo funciona la regla del offside. La revolución que ha llevado a la Liga Premier inglesa de ser un campeonato con estadios ruinosos de principios del siglo XX a un rotundo y millonario éxito comercial le debe mucho a que los británicos se miraron en el espejo de la NFL norteamericana. 

La reciente inclusión de la tecnología de la línea de gol en los partidos de la Copa es definitivamente una contribución de los deportes dominantes de los Estados Unidos, donde la revisión del video de jugadas polémicas se viene usando desde la década de los 80. Viendo lo que pasó en los encuentros entre Francia y Honduras primero y Costa Rica versus Italia después, nosotros recién ahora nos preguntamos por qué la FIFA se ha demorado tanto en implementar esta herramienta.

gol de francia contra honduras que fue convalidado gracias a la tecnología de línea de gol. efe

Algo de todo eso se debe haber metido por las rendijas de la cultura popular norteamericana. Aún así, no estamos ni por asomo ante el futuro concebido por Brian Glanville: los arcos siguen teniendo las mismas dimensiones, las televisoras solo tienen 15 minutos de publicidad y el repunte del promedio de gol es apenas de unas décimas.

Sin embargo, la imagen de ayer de todo un país detrás de un equipo indica que algo ha cambiado desde esa mañana en Huntington Park en la que no tenía con quien hablar del mundial. Miles de personas se juntaron en las playas de California y los parques de Chicago a ver a la selección de las barras y las estrellas en su dramático partido en Manaus. Se les vio gozar cuando Jermain Jones, el volante que creció en Alemania y mastica el inglés como Klinsmann puso el merecido empate y llegaron al delirio cuando Clint Dempsey, un hijo de granjeros con acento tejano los puso adelante en el marcador. 

celebración del segundo gol de estados unidos, marcado por dempsey. efe

Luego quedaron desconsolados cuando Tim Howard, la versión postmoderna de Sylvester Stallone en “Escape a la Victoria”, no pudo detener el cabezazo de Varela en el último segundo del match. The Home of the Brave, como dice el himno, una nación más en la fiesta del fútbol mundial. Y si no lo creen, vean quién tuitea alentándolos:

"once en la cancha, más de 300 millones alentándolos: una nación, un equipo"


Tal vez, no hay destino manifiesto después de todo. Ni Estados Unidos impondrá sus condiciones, ni el fútbol de choripanes, barras bravas y cero a ceros conquistará América. Tal vez lo que estamos viendo es el encuentro de dos maneras de sentir el deporte y la reconciliación, por fin, del fútbol con el soccer.

Tal vez el gigante del norte ya haya despertado y quizá no es del todo descabellado pensar que en unos años puedan estar peleando un campeonato mundial. Nadie creía tampoco que un descendiente de africanos podía ser presidente de la nación más poderosa del mundo. Y si algo nos enseña la historia es que en Estados Unidos todo es posible.

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