Jueves, 2:39 pm. Anota Luisito Suárez en valla inglesa. Mis compañeros de trabajo sueltan los tenedores y ponen a un lado los tapers para gritar el gol del charrúa como si fuera una anotación peruana. Yo echo un vistazo a la pantalla de mi laptop y refresco el twitter: mi buen amigo, el poeta Jerónimo Pimentel, tuitea:

Como bien dice Jero, este no es un mundial cualquiera. No solo se está logrando el mejor promedio de goles por partido desde Suecia 1958. No solo es la calidad superlativa del juego, la perfección técnica y los goles de Play Station que hemos visto en la primera semana de torneo. Tampoco es solo el vértigo y la intensidad que cada equipo pone en los rectángulos verdes de Brasil.

Es mucho más que eso, y creo que tuve una pista ayer cuando el marfileño Serey Die rompió en llanto cantando el himno de su país antes del partido con Colombia: En las canchas, en las redacciones, en los trabajos, en las escuelas y en internet, este mundial se está viviendo como si fuera el mundial del fin del mundo. Como si la monserga de Arrigo Sacchi: “el fútbol es la cosa más importante de las menos importantes”, hubiera caído en desuso.


LÁGRIMAS, SUDOR Y APPS

Todos conocen la confusión que generaron las lágrimas de Serey Die ayer. Las redes y las agencias de noticias dieron cuenta de un tuit de su compañero de equipo, el ex Tottenham Didier Zokora: aparentemente Die se había quebrado porque dos horas antes del encuentro le había llegado la noticia del fallecimiento de su padre. El tuit fue rebotado por todos los medios en pocos minutos. Horas más tarde, el propio Die desmintió todo en su cuenta de instagram. Su padre tiene diez años de fallecido, y él había llorado simplemente por el orgullo y la emoción que le producen llevar puesta la camiseta de “Los Elefantes” de Costa de Marfil.

Este mundial es el primero en el que la información llega más rápido que la repetición de las jugadas en la televisión. La avalancha de datos, notas, curiosidades, primicias y ‘memes’ tiene una naturaleza casi esquizofrénica que puede hacer patinar al periodista más cuidadoso. De los 732 jugadores presentes en el torneo, casi 400 tuitean desde sus smartphones. El Brasil versus Croacia generó más de 12 millones de tuits, mientras que el España versus Holanda superó los 8 millones. Todos estamos viendo, y lo que es más importante, todos estamos comentando, gritando goles y llorando. Es como si el mundo entero fuera una tribuna y durante este mes, se tratara sin duda del asunto más importante de nuestras vidas.

neymar también se quebró durante la entonación del himno de su país. foto: huffington post

No es que antes el mundial no fuera importante. Pero lo que no se percibía era ese sentido de comunidad presente e inmediata. 

En 1978 yo estaba en tercero de primaria y mi padre pasó temprano por mí un miércoles que jugaba Perú contra Holanda. Lo recuerdo especialmente porque el plan era ir a la casa de un amigo de la familia que tenía un televisor a color. 

Emprendimos el camino a la cita con el partido en marcha y la radio del auto de mi padre descompuesta. La incertidumbre de lo que estaba pasando en el estadio de Mendoza era agobiante y durante los 20 minutos que nos tomó llegar, el mundial se quedó afuera de nuestro Volkswagen alemán. 4 años más tarde, durante España 82 y con Perú fuera, la noticia de la eliminación del equipo más fantástico que he visto en mi vida –El Brasil de Telé Santana– me llegó media hora después de terminado el encuentro. Recuerdo que no quería creerle al tutor de mi grado, el único con una radio a pilas a la mano, quien me contaba cómo Rossi había metido tres goles en el Sarriá.   

Hace unos días, durante el España-Holanda, le mandé un mensaje de Facebook a mi hijo, en camino del colegio a la casa, contándole de la masacre en manos de los verdugos Robben, Van Persie y compañía. Y esta fue nuestra conversación:

Ayer, mientras sufría con mis engreídos Costa de Marfil, me hallé enviando otro mensaje que contenía un video a alguien que en circunstancias normales tendría que esperar hasta la noche para ver imágenes del partido.


Todos estamos viendo, todos estamos comentando.  

Me pregunto entonces si esa sensación de comunidad en tiempo real, de inmediatez y trascendencia, no la perciben también todos esos jugadores, en el aparente aislamiento de sus smartphones y sus audífonos Beat.  Hemos visto antes el drama y la tragedia en la Copa del Mundo, pero nunca tantos jugadores llorando (Julio César, Neymar, Suárez, Die) como si estuvieran en un bote anfibio a punto de desembarcar en Normandía. 

Me pregunto también si por todo eso, en cada jugada estos tipos en pantalones cortos parecen jugarse la vida misma. Como cuando el uruguayo "Palito" Pereira cayó noqueado ante Inglaterra, y al recuperar el conocimiento 2 minutos después, se peleó con el médico porque no lo dejaba volver a entrar al campo. 

Como si estuvieran jugando el último mundial de la historia. El mundial del fin del mundo.

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